De nuevo nos despertábamos en nuestra primera visita y es que, para nosotros, no hay cosa mejor que avanzar cuando ya ha anochecido y así al día siguiente empiezas sin traslados de por medio.

El cañón Kolugljúfur se puede ver desde varias perspectivas para apreciar sus saltos de agua. No es muy alto ni muy espectacular, pero sorprende como un río aparentemente tranquilo se convierte en aguas bravas.

Seguimos la marcha mientras el día se ponía gris por momentos. Por lo menos no se arrancaba a llover, así que ni tan mal. Siguiendo por la Carretera 1, te desvías a la 716 y luego a la 711 y llegas a Hvitserkur, una formación rocosa con un sorprendente parecido con un rinoceronte bebiendo.

Le vimos desde un mirador, pero si hay marea baja, te puedes acercar por la playa hasta sus patas.

Continuamos por la 711, bordeamos la península de Vatnsnes en busca de nuestro siguiente punto a visitar. A toda esta carretera se le llama la ruta de las focas, pues hay varios puntos desde donde se pueden avistar colonias.

Nosotros tuvimos suerte y en Illugastadir conseguimos verlas. Tener unos prismáticos a mano es una buena opción.

En este punto tuvimos que tomar una decisión. Había que calcular los días que nos quedaban en Islandia ya que íbamos a pasar por dos penínsulas y había que decidir si entrar a visitarlas o no.

La primera, la península de Vestfirðir, la descartamos rápido, ya que los días no nos alcanzaban. Para seguir con la decisión nos dirigimos a Borgarnes.

Allí hicimos la última gran compra y nos fuimos a las piscinas públicas, a ver si con el calor nos decidíamos.

Al final la decisión fue que el día siguiente lo dedicaríamos a la península de Snaefellsnes.

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