DÍA 14: CASCADA HRAUNFOSSAR – CASCADA GLYMUR – REIKIAVIK

Comenzábamos el día con la cascada Hraunfossar, como indica su nombre en islandés (hraun, lava y foss, cascada) nos da una pista de lo que nos podíamos encontrar. El agua aparentemente surge del campo de lava, originado por una antigua erupción de los volcanes a los pies del glaciar Langjökull.


Nuestra siguiente aventura sería la ruta a la cascada Glymur, y digo aventura porque después de la tromba de agua que nos cayó y las dificultades del terreno en esas circunstancias, hicieron convertirse a esa ruta en una aventura con mayúsculas.

La cascada Glymur es una de las más altas de Islandia con 190 metros. Una caída de agua espectacular inmersa en un increíble cañón crean una estampa difícil de borrar de nuestras retinas.


Iniciamos la ruta con el día nublado, cruzando los dedos para que nos permitiera hacer una ruta tranquila. Fuimos avanzando, vadeamos el río por un tronco, trepamos con ayuda de una cuerda y sin desviar apenas la vista de aquel tremendo paisaje que se abría ante nosotros. Avanzábamos por el cañón e íbamos ascendiendo hasta la parte alta, viendo diferentes perspectivas de la imponente Glymur.

A mitad de camino empezó a llover bastante fuerte, pero no había opción, había que continuar pues, llegados a ese punto, no nos podíamos dar la vuelta.


La ruta es circular, pero para ello, en la parte superior tienes que cruzar un río, y en este caso no hay ningún tronco amigo para hacerlo así que, los más valientes como fue un grupo que vimos delante nuestro, se descalzaron y lo cruzaron.

Nosotros una vez allí, barajamos las opciones y decidimos volver por donde habíamos ido, lo que suponía volver a descender, destrepar y vadear el río por el tronco con unos cuantos litros de agua más encima y el suelo cada vez más peligroso.

Finalmente y después de alrededor de 4 horas, llegamos a la furgo con ganas de secarnos y reponer fuerzas. Una caminata que nunca olvidaremos por lo que tuvo de gymkana y porque nuestra cámara réflex nunca más volvió en sí.


Una vez repuestos del chaparrón, había ganas de continuar. Nos esperaba la capital a poco más de 60 kilómetros.

Llegamos a Reikiavik y buscamos, como es costumbre, la oficina de turismo para tener un mapa y más información, a parte de lo que llevamos de casa. Visitamos la iglesia Hallgrímskirkja (de rito luterano) que tiene una estética muy particular. Por su tamaño y apariencia es considerada la catedral de Reikiavik, pero en realidad es solo una iglesia.


El día llegaba a su fin y aprovechamos para pasear por la calle Laugavegur, centro neurálgico de la capital y una de las calles comerciales por excelencia.

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