DÍA 8: DJUPIVOGUR – HENGIFOSS Y LITLANESFOSS – GUFUFOSS – SEYDISFJORDUR

Dejábamos la zona glaciar para acercarnos a la zona de fiordos. Nuestra primera parada sería Djupivogur. Esta ciudad tiene frente al mar una exposición con 34 huevos, que representa las 34 especies de aves que anidan en esta zona. Junto a ellos, vimos por primera vez uno de los famosos faros naranjas que hay por toda la isla.


Seguimos la ruta dirección Egilsstaðir y antes de llegar cogimos el desvío de la carretera 931 hacia Hengifoss.

Dejamos el coche en el parking y empezamos la ruta. Tras aproximadamente 1,5 Km llegamos a Litlanesfoss. Esta cascada vive bajo la sombra de su compañera que se sitúa un poco más arriba, por eso no tiene tanto protagonismo.

Seguimos el sendero y tras otros 1,5 kilómetros llegamos a Hengifoss. Está fuera de las rutas turísticas ya que se encuentra en la punta opuesta a la capital, pero sus 128 metros hace que para nosotros fuese una de las más espectaculares.

Si vas, casi seguro que la visites en soledad. Se aprecian claramente las capas de estratos de basalto y de arcilla rojiza en su entorno.

Deshicimos nuestros pasos y nos dirigimos a Seydisfjordur, pero unos 5 Km antes de llegar nos encontramos con la cascada Gufufoss.


No es muy espectacular, pero está junto a la carretera y eso también se agradece. Hicimos la parada de rigor y nos fuimos, ahora sí, hasta Seydisfjordur.


Pequeño pueblecito de casas de madera rodeado por montañas, destaca su camino multicolor que te lleva hacia la iglesia azul.

El día parecía que terminaba, pero la aplicación Aurora Forecast auguraba una noche con actividad y cielo despejado, lo que se traducía en una intrigante espera.

Cenamos y nos dirigimos a las afueras para evitar la contaminación lumínica y como por arte de magia, empezaron los movimientos en el cielo. Dudábamos si eran nubes, ya que tenían un tono grisáceo, pero al hacer una foto, la cámara confirmo nuestras sospechas.

El ojo no es capaz de percibir todos los tonos y es por eso que lo que veíamos gris era una Aurora Boreal verde.


Ahí pasamos un buen rato disfrutando del momento único y sin parar de hacer fotos. De repente la actividad paró y ya no había movimiento en el cielo, por lo que decidimos irnos a dormir con una sonrisa de oreja a oreja.

Parece ser que la suerte que buscamos haciendo el hito de piedras 2 días atrás, dio sus frutos.

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