Dejábamos atrás Laponia y nos acercábamos a nuestro siguiente destino, la ciudad de Kemi. Lo primero que teníamos que hacer es buscar la dirección de nuestro primer Couchsurfing, era momento de descubrir cosas nuevas.
Llegamos algo nerviosos a la dirección que nuestros anfitriones Erika y Jaakko nos habían dado, no sabíamos lo que nos podíamos encontrar. Llamamos al telefonillo y aunque podían pasar 2 cosas, pasó la buena. Contestaron y para arriba que subimos. Vivían en un piso en una zona residencial. Tras las presentaciones y primeras tomas de contacto, nos comentaron que la noche anterior había sido dura (los ecos de la fiesta todavía les retumbaban) y que se iban a descansar un rato, pero nos indicaron cómo ir al principal atractivo de esta ciudad, Kemi SnowCastle.
Es un castillo que desde 1995, cada invierno crean solamente con hielo. En él hay restaurante, bar, capilla y habitaciones donde los más atrevidos pueden pasar una noche. Se puede visitar todo salvo que alguna habitación esté alquilada. También hay 2 toboganes para tirarse con flotadores y nosotros nada más que lo vimos, fuimos directos a hacer carreras. El peso y la gravedad hicieron sus cálculos y determinaron quién llegaría siempre el primero al final.
De camino al castillo vimos por fuera la Pink Church, una iglesia evangélica luterana de la ciudad.
El castillo está en una bahía en la zona más al norte del mar Báltico y aunque fuese abril, estaba congelado. Con un poco de miedo, nos metimos para cruzar al otro lado. Al principio no nos atrevíamos porque el hielo crujía mucho, pero después de ver a los paisanos paseando en moto de nieve por encima, creímos que era bastante más seguro.
Cuando estábamos a mitad de camino, vimos a lo lejos un grupo de gente quieta y sentada en el medio y cuando nos fuimos acercando, descubrimos que lo que estaban haciendo era pescar, así que nos dirigimos a hablar con ellos y ver cómo lo hacían, ya que para nosotros era algo completamente nuevo.
Estuvimos hablando con ellos y hasta nos dejaron coger la caña, que por cierto es de plástico y parece de juguete, no mide más de 30 cm, e intentamos pescar algo, aunque no hubo suerte. Un rato antes, ellos habían tenido mejor suerte y lograron pescar alguna pieza.
Nos despedimos y pusimos rumbo a tierra firme. Nos compramos la cena para llevar a nuestra nueva casa finlandesa.
No vimos a Erika y Jaakko que seguían durmiendo, pero ya nos habían preparado una cama hinchable en el salón así que cenamos y a descansar.
A la mañana siguiente, más descansados los 4, tuvimos más contacto con nuestros anfitriones. Eran una pareja joven y viajera. Con Jaakko nos unía un vínculo, su pasión por la liga española y por el Real Madrid. A día de hoy seguimos en contacto celebrando la conquista de títulos. Estuvimos hablando de países que habíamos visitado y de la ruta que íbamos a hacer por su país y entonces nos hicieron una pregunta, que yo creo que tenían guardada desde hacía tiempo: Why Kemi?
No entendían qué hacíamos en Kemi, pues aparentemente no es una ciudad muy turística, pero tiene a pocos kilómetros una de las experiencias más únicas que hemos hecho nunca, poder montar en rompehielos y avanzar por el mar helado sin ningún tipo de esfuerzo. Ése era el verdadero motivo.
Recogimos nuestras cosas, nos despedimos de nuestros amigos finlandeses y a recorrer los 11 km hasta el puerto. Allí se encontraba el Sampo Icebraker.
El Sampo es un rompehielos que la ciudad de Kemi compró por 19 centavos por kilo, cuando dejó de operar como rompehielos. El problema es que pesa mucho y la cifra llegó a 1 millón de marcos finlandeses (167.000 €).
Empezó a ofrecer cruceros turísticos en 1988. El crucero incluye la comida, visita guiada en español, desde la sala de máquinas hasta el puente de mandos, y un baño en el mar helado con el traje especial de rescate. Nuestra guía fue una chica valenciana majísima, María, de la que guardamos un recuerdo muy especial.
Salimos del puerto y en cuanto llegamos a la zona por donde está el mar helado, empezó a crujir todo y rápido nos asomamos para ver cómo rompía el hielo como que fuese mantequilla, nos movíamos por el barco con total libertad.
Terminó la visita y nos fuimos a comer al restaurante. Comida típica muy rica. Después de llenar la tripa y coger calor, tocó salir al frío.
Nos pusimos el traje especial y descendimos la rampa hasta el hielo. Desde ahí fuimos a la parte trasera por donde ya ha pasado el barco y como que fuese una piscina, nos acercamos al borde y al agua patos. El traje te hace flotar y tienes una sensación rara, pero sin gota de frío.
El crucero es caro, bastante caro, pero nos dimos el capricho y para nosotros fue una experiencia única e irrepetible.
Volvimos al puerto y cogimos el coche hasta Rovaniemi de nuevo. La combinación de transportes nos hizo pasar por algún sitio más de una vez, pero bueno es lo que pasa algunas veces para cuadrar un itinerario.
En la estación de tren de Rovaniemi devolvimos el coche de alquiler y compramos algo para cenar. Pasaríamos la noche en el tren nocturno hasta llegar a la capital finlandesa. El tren sale a las 21:00 horas y dura algo menos de 12 horas. La compañía de trenes se llama VR y tiene una web bastante sencilla para reservar billetes.