Nueva Zelanda es un país repleto de naturaleza y aventura y eso es algo que sus ciudadanos llevan en la sangre. En los años 80, los jóvenes kiwis Aj Hackett y Henry van Arch, tras inspirarse en los «hombres saltadores» de la Isla de Pentecostés, instalaron cuerdas y comercializaron esta actividad, convirtiéndola desde ese momento en deporte.
A partir de estos primeros saltos, la actividad se popularizó y se extendió por todo el mundo, ya que cada vez eran más los valientes que querían probar ese deporte.
Cuando nosotros organizamos nuestra ruta por Nueva Zelanda en camper y descubrimos este dato, teníamos claro que si alguna vez íbamos a probar este deporte, este sería el sitio. Queríamos hacer bungee jumping en el lugar donde se inventó.
¿Puenting o bungee jumping?
Aunque es una creencia común pensar que es lo mismo, no hay que confundirlos. La finalidad es la misma, tirarse por un puente en busca de adrenalina, pero hay varias diferencias que hacen que las sensaciones sean más extremas en un deporte que en el otro.
En el puenting la persona que va a saltar va atada mediante un arnés a la cuerda, a la altura de la cintura, y el otro extremo de la cuerda está fijado en el lado opuesto al que se va a saltar. De esta forma, cuando caes al vacío, el movimiento es en forma de péndulo.
En el bungee jumping estás atado a la cuerda por los pies, y el otro extremo de la cuerda se fija a la plataforma desde la que saltas, lo que hace que la caída sea completamente vertical.
Dónde está
Si habéis llegado a este punto es que estáis decididos a probarlo 😜. El puente original se llama Kawarau Bridge y se encuentra a unos 20 kilómetros de Queenstown. El puente atraviesa el impresionante desfiladero de Kawarau y tiene una altura de 43 metros.
Reservad con algo de antelación porque así no os quedaréis sin plaza y podréis obtener algún descuento. La empresa facilita autobuses gratuitos desde Queenstown por si no tenéis vehículo propio.
Nuestra experiencia
Decidido a ello, fuimos al famoso puente a vivir esta aventura. Tras rellenar la documentación te pesan, algo muy importante para que el técnico sepa qué cuerda colocarte. De hecho, te lo pintan en la mano para que ese dato esté siempre presente.
Cuando llega tu turno, el monitor te acompaña desde el centro de visitantes hasta el puente, te ata y te asegura ante posibles tropezones, ya que tienes las dos piernas juntas. Cuando estás en la pasarela de salto, te libera de las seguridades (excepto de la cuerda de tus pies 😂) y a saltar.
La experiencia fue inmejorable, hay buenos miradores para los acompañantes y como recuerdo, te dan una camiseta y un trozo de cuerda reciclada.
Si te gustan las experiencias únicas como esta, aquí os dejamos algunas de nuestras locuras alrededor del mundo: